Lunes, 23 de junio de 2014
Mis hijos viven en el mundo digital tanto como en el real.
Ya sea porque están charlando con sus amigos a través del servicio Xbox Live o FaceTime o viendo sus perfiles en Instagram, últimamente parece que siempre hay un invitado digital en nuestra casa.
Sus expectativas de vida son bien distintas de las mías a su edad, 8 y diez años respectivamente.
Ellos pertenecen a la primera generación que tocó una pantalla que no se movía y se preguntó qué pasaba; los primeros que, cuando un juguete se rompió, dijeron: "no te preocupes, podemos descargar otro", y los primeros en darse cuenta de que el mundo real se junta sin interrupciones con el digital.
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